
La Bola de Cristal que Predice el Fracaso
La bola de cristal que predice el fracaso
No necesitas velas negras, cartas del tarot ni una médium que hable con los espíritus. Tampoco hace falta consultar los horóscopos para saber si tu nuevo producto está destinado al fracaso.
Aunque muchos empresarios cruzan los dedos esperando que el mercado los reciba con los brazos abiertos, lo cierto es que la metodología QFD puede ayudarte a predecir el desenlace… sin necesidad de rituales.
Esta herramienta, cuando se aplica bien, revela de forma clara si lo que el cliente desea y lo que tu empresa puede entregar están sincronizados o no, lo que te puede ahorra mucho dinero antes de lanzar un nuevo producto o servicio.
Una de las grandes ventajas de construir una Casa de la Calidad, conforme a lo que establece la metodología de QFD, es que te permite visualizar con claridad los obstáculos que tienes que enfrentar.
Compañías como Toyota y Apple la han usado como para deteactar riesgos desde que un producto está en etapa de concepto. ¿Para qué esperar al prototipo o, peor aún, al lanzamiento, si puedes encontrar errores estructurales en el enfoque de diseño con solo cruzar información de lo que pide el cliente y lo que estás diseñando?
Y si aún suena demasiado teórico, hay ejemplos que lo hacen aterrizar.
Un caso muy citado es el de una compañía japonesa de electrodomésticos (recogido por el International Journal of Production Research) que se preparaba para lanzar un nuevo modelo de microondas. El aparato venía con más potencia, nuevas funciones y una interfaz más sofisticada. Todo apuntaba al éxito… hasta que aplicaron QFD. Al traducir los requerimientos del cliente en características técnicas, y luego estas en especificaciones de manufactura, descubrieron un problema serio: la innovación técnica no respondía a las verdaderas prioridades del usuario. El precio final iba a ser muy alto y las funciones agregadas no eran tan valoradas como pensaban. Resultado: cancelaron el desarrollo a tiempo, evitaron pérdidas millonarias y reorientaron sus esfuerzos a un modelo más sencillo, pero que responde mejor a las necesidades del mercado.
¿La moraleja?
Que no hay hechicería más poderosa que una buena metodología.
El QFD, bien aplicado, te ayuda a escuchar al cliente antes de que sea tarde. Te muestra, paso a paso, dónde hay desajustes, conflictos o decisiones técnicas que no suman valor. Y eso vale oro.
Diseñar sin consultar esta información es como lanzar una moneda al aire, esperando que caiga del lado correcto. Pero si tienes una herramienta que te dice, con datos y lógica, si lo que planeas va a funcionar o no, ¿por qué confiarle tu negocio a la suerte?
Porque al final, los productos no fracasan por mala suerte. Fracasan por no haber escuchado lo suficiente antes de construir.
